Disbiosis intestinal: Entendiendo el origen de las patologías y atipias más frecuentes en avicultura

Autor: Estefanía Barbagelata

Asesor comercial y consultor independiente

MBA Marketing – ESALQ, USP Brasil Zootecnista UNALM Perú

Introducción

El querer mejorar la salud animal a través de la mejora de la salud intestinal ha sido una constante en la producción animal por décadas. Estudios específicos y detallados en diferentes especies de animales, incluidos los humanos, muestran el impacto de la microbiota (MB) en la función intestinal, digestión, metabolismo y sistema inmune. Sin embargo, solo en este último tiempo, se han llevado a cabo numerosos estudios que nos han generado herramientas valiosas para entender la relación estrecha entre la microbiota intestinal y las diversas patologías y comportamientos aberrantes encontrados en el ciclo productivo de animales de granja.

Disbiosis intestinal

La MB normal de los animales de granja, constituida por bacterias, hongos, levaduras, protozoarios, bacteriófagos y otros virus, habita en diferentes porciones del tracto gastro intestinal (TGI) con condiciones químicas y micro ambientales específicas para cada grupo, por lo que es de esperarse que cada uno de ellos tenga funciones también específicas en el organismo huésped.

Una disbiosis intestinal, llamada también disbacteriosis, es una alteración de la población de bacterias específicamente, en número, especies y funciones, resultando en un desbalance entre el número de bacterias benéficas (Lactobacillus spp., Bifidobacterium spp., Streptococcus spp., Bacterioides spp., Fusobacterium spp. e Eubacterium spp.) y aquellas perjudiciales (Salmonella spp., Clostridium spp., Escherichia spp., Campylobacter spp., Staphylococcus spp., Listeria spp., entre otras.).

Ante una disbiosis intestinal, las bacterias perjudiciales aumentan en número, y al hacerlo, compiten eficientemente por alimento, lo cual facilitan aún más su multiplicación. Los metabolitos finales de estas bacterias patógenas son generalmente toxinas que al ser liberados en el intestino provocan una inflamación, desencadenando una respuesta inmune aberrante.

Las causas de la disbiosis intestinal son múltiples. Dentro de las principales tenemos: la alimentación (poca variabilidad de la dieta, calidad y cantidad de fibra, toxinas, calidad del agua, etc.) y los medicamentos, especialmente antibióticos.

Otros factores, no menos importantes, causales de disbiosis incluyen: epigenética, contaminantes ambientales, micotoxinas, estrés (de origen ambiental o alimentario), sedentarismo (propio de los sistemas de crianza intensivos), alteración del ritmo circadiano (cambios en los tiempos y niveles de luz/oscuridad), enfermedades autoinmunes agudas y/o crónicas, entre otros.

Tomando como punto de partida lo anteriormente descrito, veremos cómo esta disbiosis puede modificar en gran medida la respuesta inmune y el funcionamiento del sistema nervioso y endocrino, desencadenando un sinnúmero de enfermedades y atipias comúnmente observadas en la avicultura comercial.

Eje microbiota – intestino – cerebro

Se denomina así, básicamente a la red neuroendocrina que facilita la comunicación bidireccional entre el intestino y el cerebro a través del sistema nervioso entérico (SNE) y el sistema nervioso central (SNC), respectivamente. Este eje está formado, específicamente, por: la microbiota, el SNE, el sistema nervioso autónomo (SNA), el sistema neuroendocrino, el sistema neuroinmune y el SNC.

El SNE se encarga del funcionamiento básico gastrointestinal (motilidad, secreción mucosa, flujo sanguíneo), y el control central de las funciones del intestino se lleva a cabo gracias al nervio vago.

La microbiota envía señales al SNC a través de la estimulación directa del nervio vago (principal vía de comunicación entre la microbiota y el cerebro) gracias a la producción de metabolitos, como pueden ser neurotransmisores, hormonas o los ácidos grasos de cadena corta; o a través del sistema inmune, que se activa por la microbiota y libera citocinas que actúan sobre el SNC.

Relación de la disbiosis intestinal con las patologías y atipias observadas en la avicultura intensiva.

Como fue explicado anteriormente, el crecimiento desmesurado de las bacterias patógenas y la reducción de bacterias benéficas (disbiosis), provee al intestino de toxinas provocando una inflamación crónica. Esta inflamación crónica sumada a la debilidad del epitelio intestinal hace que se vea afectada la barrera intestinal por el aumento de su permeabilidad.

El intestino al hacerse permeable, no solo dejará pasar aminoácidos, glucosa, vitaminas y minerales libremente, sino que, a su vez, será factible el ingreso de las toxinas, producidas por las bacterias patógenas, y de grandes moléculas provenientes de una digestión incompleta (péptidos, disacáridos, etc.).

Tanto las toxinas, como las moléculas grandes que llegan a la circulación sanguínea son considerados agentes extraños para el organismo, lo cual desencadena una alteración del eje microbiota – intestino – cerebro, alterando la función del nervio vago, las células neuroendocrinas y las del sistema inmune, modificando la liberación de neurotransmisores como la serotonina, dopamina, GABA.

Todos estos factores se relacionan directamente con el comportamiento y el bienestar animal.

Lo que acabo de mencionar, puede ser la explicación más coherente hasta el momento de comportamientos aberrantes en aves como: el picaje en ponedoras, el canibalismo en pollos de engorde, agrupamientos y aislamientos no relacionados a la temperatura ambiental, entre otros.

El canibalismo en pollos o el picaje en ponedoras, por ejemplo, está comúnmente asociado a la falta de aminoácidos, minerales o de fibra.

En mi experiencia veo como estos suplementos ayudan a mejorar la condición, pero especialmente la fibra insoluble, disminuye en gran medida este comportamiento, pero no necesariamente por haber suplido una deficiencia nutricional directa del ave, sino porque se le ha ofrecido sustancias que actúan como prebióticos favoreciendo el crecimiento de la microbiota benéfica y por ende, la producción de ácidos grasos volátiles (acetato, propionato, butirato) que atraviesan la barrera hematoencefálica regulando los niveles de neurotransmisores del comportamiento anteriormente descritos.

Aunque el picaje disminuye, no desaparece, ya que la causa de esa disbiosis y los daños a nivel intestinal y neurológicos, no han sido revertidos. Por otro lado, para hablar de enfermedades avícolas, es importante conocer primero algunas de las funciones vitales que desempeña la microbiota intestinal:

– Constituyen la primera línea de defensa del organismo ante patógenos externos.

– Actúan sobre la morfo-fisiología intestinal (vellosidades más largas y criptas más profundas).

– Producen ácidos grasos volátiles de cadena corta (esenciales en el metabolismo energético y de regulación hormonal).

– Participan en el metabolismo y síntesis de vitaminas, aminoácidos, polisacáridos, entre otras sustancias importantes.

-Modulan la cantidad y composición de los ácidos biliares, importantes en el metabolismo de lípidos, control de la inflamación y el sobrecrecimiento bacteriano.

La poca variablidad del alimento, la baja calidad del agua, presencia de toxinas alimentarias y ambientales y el uso constante de antibióticos, provocan una disbiosis intestinal, la cual a su vez genera una inflamación crónica, un intestino disfuncional, un sistema nervioso central e inmune alterados.

Estas últimas, son las causas más comunes de enfermedades que se presentan en el cotidiano de la avicultura intensiva, como, por ejemplo: enteritis necrótica, coccidiosis, salmonelosis, clostridiosis, colibacilosis con presencia de Mycoplasma por infección secundaria del tracto respiratorio, entre otras.

Todas estas enfermedades dan lugar a un círculo vicioso agravando la disbiosis ya presente, provocando diarreas, cama húmeda, producción de amoniaco, desbalances en el tracto respiratorio, lo que lo hace susceptible a infecciones agravando aún más la salud animal derivando en pérdidas económicas por pobre ganancia de peso, tratamientos y muertes.

Además, vale la pena destacar que varias de estas enfermedades pueden llegar al ser humano mediante el consumo de carne y huevos de aves afectadas causando gastroenteritis, constituyendo actualmente un problema de salud pública.

Recomendaciones para manejar la disbiosis intestinal

En primer lugar, es necesario eliminar o reducir los factores de estrés alimentario y ambiental que desencadene una disbiosis primaria.

Dentro de estos factores están:

– Calidad del agua y de alimento (insumos, niveles, procesamiento, micotoxinas, etc.).

– El uso de antibióticos no justificados técnicamente ni controlados adecuadamente.

Manejo adecuado del galpón (bioseguridad, cortinas, cama, recojo de aves u otros animales muertos, control de vectores, limpieza y desinfección, etc).

Por otro lado, se recomienda el uso de aditivos alimentarios que promuevan la diversidad alimentaria para un adecuado crecimiento y mantenimiento de la microbiota benéfica.

Dentro de los principales destacan:

Prebióticos, probióticos, enzimas, ácidos orgánicos, extractos de plantas, aceites esenciales y simbióticos.

Prebióticos: algas marinas (macro algas), levaduras, paredes celulares de levaduras y metabolitos de levaduras, inulina, etc.

Probióticos: bacilos,lactobacilos, enterococos, bifidobacterias, escherichia, levaduras, mohos, etc.

Enzimas: b-glucanasas, xilanasas, amilasas, b-galactosidasas, b-manasas, fitasas, proteasas, lipasas, etc.

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