Mireya López 1, Lucy García 2
1Nutricionista para Sur y Centro América en Trouw Nutrition
2Veterinaria Senior para Sur y Centro América en Trouw Nutrition
El agua es el componente más abundante en los medios orgánicos. El contenido del agua en el cuerpo de un pollito al día de edad es de 85%, el de una ponedora adulta es 55%, el del huevo es 65%, lo que explica por qué los animales son más sensibles a la carencia de agua que de alimento. Una pérdida del 10% de agua del organismo ocasiona una deshidratación grave, pero cuando ésta alcanza el 20% ya supone la muerte.
En la avicultura el agua cumple un papel primordial, tanto para actividades de limpieza, desinfección y vehículo para aditivos nutricionales, como para el desempeño productivo de las aves. Entre sus principales funciones se pueden citar el de hacer posible todas las reacciones químicas celulares, el transporte de nutrientes, así como de las sustancias de desecho, suavizar el alimento en el buche y facilitar el traslado del alimento a través del tracto digestivo, ser esencial para los procesos digestivos, ser componente clave en sangre y linfa, disipar el calor corporal, entre otros.

Tener un programa de calidad de agua en las unidades de producción avícola es garantía para la salud de las aves, y para ello, es indispensable conocer y cuantificar la calidad de la misma en la región y en cada granja en específico. Todos los implicados en la cadena alimenticia, necesitan adquirir conciencia de los riesgos asociados con una producción inadecuada de alimentos. El certificar la seguridad de lo que consumen los animales es un requisito previo para garantizar la seguridad y calidad alimentaria.
Al evaluar la calidad del agua se debe tener en cuenta las características organolépticas y físico químicas, sustancias presentes en exceso, entre ellos los compuestos tóxicos, la presencia de materia orgánica y microorganismos, al ser el agua un importante vector de transmisión de patógenos.
Adicionalmente, se debe contar con un manual de calidad del agua para cada unidad avícola, en el cual se detallen los requerimientos básicos de calidad del agua. Este manual debe incluir las actividades de preparación y limpieza de tanques y tuberías de la granja, un análisis físico-químico y bacteriológico del agua, el control de carga bacteriana, los requisitos mínimos de espacio de bebedero o número de aves por bebedero y caudal de agua asegurando su accesibilidad, y la temperatura del agua. En lo que respecta a la carga bacteriana, niveles de unidades formadoras de colonias por mililitro cercanos a cero es lo deseable. Este factor influye directamente sobre la integridad intestinal en las aves, teniendo este punto gran importancia si recordamos que es la salud intestinal quien dirige el desempeño productivo.
Integridad intestinal:
Se define a la integridad intestinal como la funcionalidad óptima del tubo digestivo relacionada con las vellosidades y su capacidad para realizar las funciones metabólicas: digestión, secreción, absorción y transporte de nutrientes. La integridad intestinal guarda relación con varios factores como: nutrición, microbiología, inmunología y fisiología.
Entre las condicionantes para conseguir una buena integridad intestinal se debe tomar en cuenta:
- Alcance de una madurez entérica temprana: desarrollo del sistema inmune y de la capacidad de absorción de nutrientes.
- Buena barrera de defensa de la mucosa: prevenir la colonización de bacterias patógenas.
- Ecosistema de microbiota benéfica estable y diverso a nivel intestinal.
Pérdida de la integridad intestinal:
Entre los principales factores de pérdida de la integridad intestinal tenemos: causas de origen no infecciosas e infecciosas. Dentro de las infecciosas, las enterobacterias constituyen una de las principales.
El sistema inmunitario intestinal es capaz de distinguir entre patógenos invasivos y antígenos inocuos procedentes de los alimentos y de bacterias comensales, así las enterobacterias sobre activan dicho sistema generando inflamación del tracto gastrointestinal, ocasionando, además de daños directos a su estructura, disminución del apetito y afección de la regulación del crecimiento y de la repartición de energía.
Por lo antes dicho, estas bacterias se consideran una de las mayores pérdidas económicas para el sector pecuario, motivo por el cual es primordial su control. Para ello, se debe:
• Disminuir su asimilación por vía oral.
• Evitar la colonización e invasión del epitelio.
• Proteger contra la recontaminación y prevención de su excreción.
Al respecto, se han utilizado varias estrategias complementarias entre las que se encuentran los ácidos orgánicos y sus sales, como los más utilizados.
Ácidos orgánicos:
El uso de ácidos orgánicos (AO) en el agua potable puede destruir o reducir cualquier patógeno vegetativo en el agua, así como continuar trabajando a nivel del tracto digestivo de los animales, evitando así la excreción y recontaminación de enterobacterias. Además, tiene la ventaja de permitir que los animales sean tratados durante los períodos de retiro del alimento.
Los ácidos orgánicos son ácidos débiles, lo que significa que a pH ácido solo se disocian parcialmente, por lo que pueden pasar a través de las membranas lipídicas de las células de los microorganismos. Una vez en el citoplasma bacteriano, una alta proporción de las moléculas de ácido se disociará, liberando protones y aniones de ácidos orgánicos que terminarán por provocar la muerte bacteriana.
Adicional al efecto bactericida, las mezclas sinérgicas de ácidos orgánicos, de liberación lenta o tamponada, incrementan la biodiversidad de la microbiota en el intestino, aumentando la proporción de bacterias productoras de ácidos grasos de cadena corta (Ruminococcaceae, Christensenellaceae y Peptococcaceae), que mejoran el crecimiento, la morfología y la función de la barrera intestinal, proporcionando una microecología intestinal más estable y saludable, apoyando así el equilibrio microbiano y el fortalecimiento de la pared intestinal.
Los ácidos orgánicos también pueden interferir con la expresión de los genes de virulencia, lo que reduce la capacidad de bacterias, como la Salmonella, para penetrar en el intestino y sobrevivir dentro de los macrófagos.
Todos estos beneficios se traducen en mejoras a nivel de los resultados zootécnicos. En el caso de pollos de engorde, se ha demostrado beneficios importantes sobre parámetros productivos tales como: peso, ganancia diaria, consumo, índice de conversión, mortalidad, entre otros, todo lo cual constituye, indudablemente, un reflejo de las mejoras a nivel de la integridad intestinal que se logran con el uso de los AO. Prueba de ello, la constituye el metaanálisis que se muestra en la Figura 1, en donde se resume los resultados de 17 ensayos, realizados en diferentes partes del mundo (países de Europa, África, Asia y América), utilizando mezclas estratégicamente diseñadas de ácidos orgánicos tamponados y no tamponados en el agua bebida de los pollos.

Otros estudios han comparado la efectividad de los antibióticos promotores de crecimiento (AGP) con los ácidos
orgánicos, tal como lo hicieron Dong Dai et al, 2021. Estos investigadores encontraron una menor proporción de Firmicutes con el uso de los AGP, lo que sugiere un impacto negativo en la homeostasis de la microbiota y la inmunidad intestinal. Por su parte, los ácidos orgánicos mostraron un incremento en la proporción de bacterias productoras de ácidos grasos de cadena corta (Ruminococcaceae, Christensenellaceae y Peptococcaceae), así como una mejora en el crecimiento, la morfología y la función de la barrera intestinal, proporcionando una micro-ecología intestinal más estable y saludable. A su vez, se ha demostrado que granjas con diferente rendimiento muestran distintos perfiles de microflora, los cuales pueden ser modificados con intervenciones de las dietas, con la subsecuente mejora en el desempeño. Más, sin embargo, el uso de AGP y antibióticos, bajo las mismas condiciones, tiene, por el contrario, un efecto deletéreo.
Adicional a lo señalado anteriormente, es importante recordar que el uso indiscriminado de antibióticos en animales incrementa la resistencia a antibióticos en humanos, pudiendo causar serios problemas a la salud.
Por ello, debemos apoyar a la industria a través de prácticas de excelencia operacional y producción segura de antibióticos, a enfrentar uno de los desafíos más grandes del mundo: reducir de forma confiable el uso de antibióticos para la producción animal, pero de una manera rentable y sustentable, garantizando así la transparencia alimentaria y la resistencia antimicrobial. Así también, es necesario el control de microorganismos patógeno y de tóxicos como: el formaldehído, micotoxinas, entre otros.
La solución debe estar encaminada a la implementación de prácticas agropecuarias seguras, sostenibles y responsables, así como sistemas de aseguramiento de calidad para poder garantizar alimentos libres de sustancias químicas y microorganismos, a modo de cumplir con los requisitos de calidad y seguridad alimentaria necesarios.
Se debe potenciar todos los programas de medicina preventiva que consideren:
- Uso prudente y políticas racionales de uso de antibióticos.
- Medidas alternativas y/o complementarias de prevención y tratamiento.
- Bioseguridad.
- Manejo de granjas (nutrición, alimento y salud).
- Planes vacunales.
- Conciencia en la población sobre el no uso de antibióticos.
- Uso de aditivos mejoradores de la salud intestinal.
El libre flujo de un agua no contaminada, resulta clave para el sostenimiento de los ecosistemas que dependen de ella.
El tener un programa de calidad de agua, hecho a la medida para las condiciones de cada explotación avícola, será garantía para la salud de las aves y por ende de un mejor desempeño productivo de las parvadas. Se debe de concientizar a todo el personal para el cumplimiento de los requerimientos básicos de calidad del agua, cualquier desviación en la misma debe reportarse y tomar acción inmediata para cumplir con los parámetros de calidad.
A su vez, se debe considerar que el éxito del uso de aditivos como los ácidos orgánicos está relacionado con el control del ciclo de las enterobacterias, previniendo su entrada al animal, evitando la recontaminación, y ejerciendo un efecto positivo sobre el ecosistema intestinal y su integridad.
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