Escribe: Redacción Actualidad Avipecuaria
En esta oportunidad vamos a desmitificar el asunto de las hormonas en el pollo. Un mito que realmente menoscaba la impecable labor de la industria avícola mundial.
Los académicos siempre han defendido la aclaratoria de que el uso de hormonas para el crecimiento de pollos destinados al consumo humano es un mito. Dado que no se necesitan. Es más, su alto costo es inviable.
El consumo del pollo es seguro, pues además de estar libre de hormonas, tiene bondades importantes para la dieta: carece de marmoleo o grasa entre las fibras musculares, a diferencia del cerdo y la res; el pollo tiene la habilidad de depositar la grasa en la piel. Es fuente de fósforo, calcio, magnesio, vitamina B3, ácido fólico y hierro, entre otros nutrimentos; es proteína altamente digestible, por eso se recomienda a los enfermos.
Mucho se ha hablado tiempo atrás (años atrás) sobre este mito, afirmando sin ciencia cierta, que el uso de hormonas se aplica a los pollos para generarle un crecimiento acelerado, generando así el crecimiento del sector mundial. Todo ello es falso.
La realidad es que el factor que ha hecho que la avicultura crezca a ese nivel es la tecnificación.
La de aves es la producción pecuaria que más tecnología emplea, tanto que es posible colocar vacunas a nivel embrionario con ayuda de robots.
Deconstruyendo el mito
El mito se origina en la década del cincuenta, diez años antes del comienzo de la avicultura industrial.
En aquellos años se usó en Europa un estrógeno sintético denominado DES, cuya finalidad era “caponizar” (castrar) hormonalmente los pollos machos para obtener un mayor engorde y una carne más tierna (a las hembras se las destinaba a producir huevos).
Fue una alternativa a la castración quirúrgica que se efectuaba ocasionalmente para lograr aves de 3 kg. en 6 meses y carne relativamente tierna.
Este estrógeno sintético se aplicó en varias especies, y en avicultura se utilizó en gallitos de más de cien días de edad, que en aquel tiempo y a esa edad no pesaban más de 1,700 kg.
Se lo aplicaba como un implante en el cogote y la ingestión de los mismos con residuos de esta hormona sintética dio origen a un caso aislado de ginecomastia que tuvo difusión en textos de medicina.
Aunque ocurrió hace más de 50 años, la historia se popularizó y aflora esporádicamente, basada principalmente en el desconocimiento de cómo se crían, alimentan y qué base genética tienen los pollos hoy.
El pollo no necesita hormonas
El pollo es un animal muy joven que presenta, durante todo su período de crianza, una extraordinaria capacidad de crecimiento.
Debido a la edad en la que se faenan los pollos es fisiológicamente imposible que tengan respuesta a la aplicación de hormonas.
La hormona de crecimiento del pollo es específica, producida por el propio pollo: solo puede hacer crecer a los pollos y no tiene ningún efecto sobre el ser humano ni sobre ninguna otra especie.
Las otras hormonas de las que tanto los profesionales como la gente sospecha son los estrógenos o cualquier otra que pueda afectar el normal desarrollo sexual.
La ciencia así lo dice
Está demostrado que el mecanismo de acción de los anabólicos hormonales es indirecto, es decir, actúan sobre el “eje somatotrópico del crecimiento”.
Lo hacen estimulando los núcleos hipotalámicos encargados de elaborar y secretar el factor de liberación de somatotropina (GHRF), lo que a su vez desencadena la liberación de hormona de crecimiento (STH) por parte de la adenohipófisis.
Este aumento de somatotropina circulante estimula la adenilciclasa a nivel de la membrana celular de los hepatocitos, con la consecuente transformación de ATP en AMPcíclico, lo que induce la expresión del gen IGFI, con el consecuente aumento de la producción e increción a la circulación periférica de somatomedinas (IGFI e IGFII) así como la de sus respectivas proteínas plasmáticas transportadoras (IGFBP). Estas somatomedinas circulantes son las responsables de los efectos sistémicos de la STH (Control endocrino del crecimiento).
La STH también incrementa la producción local de IFGI y la expresión de los receptores IGFIR en diversos tejidos (óseo, muscular y adiposo), responsables del control paracrino o autocrino del crecimiento.
Ya que se trata de un animal muy joven, el pollo presenta durante todo su período de crianza un “eje somatotrópico del crecimiento” trabajando naturalmente a pleno, con niveles muy altos de somatotropina y somatomedinas circulantes así como de expresión de receptores IGFRI en los tejidos periféricos.
Esto torna prácticamente imposible lograr una respuesta, tratando de estimular iatrogénicamente un sistema que se encuentra trabajando a su máximo potencial.
El pollo, el rey del menú
El pollo de hoy en día tiene un período de crianza muy corto, de alrededor de 50 días, logrando un crecimiento superior a los 50 gramos diarios, con un peso promedio a la faena de 2.600 gramos y un consumo de alimento aproximado de 5.200 gramos.
Estos resultados son el fruto de un intenso programa de selección aplicado por las líneas genéticas a sus pies de cría y a sus abuelos, para obtener líneas de reproductores capaces de transferirles a su descendencia, los pollos de carne.
También es necesaria una nutrición adecuada, que les permita expresar todo este potencial genético; una eficaz medicina preventiva; y una exigente bioseguridad a fin de prevenir enfermedades infecciosas y parasitarias.
No menos importante es el esmerado cuidado de las condiciones medioambientales y el uso de los implementos adecuados, así como el correcto y cuidadoso manejo al que son sometidos los pollos durante estos escasos días de crianza.
Así, los consumidores solo deben preocuparse porque los pollos tengan la identificación del productor responsable y el número oficial de habilitación del establecimiento por Senasa.
Su consumo es seguro, pues además de estar libre de hormonas, tiene bondades importantes para la dieta: carece de marmoleo o grasa entre las fibras musculares, a diferencia del cerdo y la res; el pollo tiene la habilidad de depositar la grasa en la piel.
Es fuente de fósforo, calcio, magnesio, vitamina B3, ácido fólico y hierro, entre otros nutrimentos; es proteína altamente digestible, por eso se recomienda a los enfermos.
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