Virus de la enfermedad de Newcastle: conocido también como Paramyxovirus serotipo 1, y es el único miembro de este grupo, perteneciente a la familia de los Paramyxovirus, género Avulavirus.
Escribe: MVZ. Ángel Mosqueda Taylor
Asesor avícola independiente
Epidemiología de la enfermedad de Newcastle
La epidemiología es ese campo de las ciencias biológicas que estudia las relaciones entre los distintos factores y condiciones que determinan la frecuencia y distribución de un proceso infeccioso o no infeccioso, una enfermedad o un estado fisiológico en una comunidad humana o animal (C. Schwabe, Univ. de California, U.S.A.).
El caso que nos ocupa es la enfermedad de Newcastle (ENC), cuyas características la hacen sumamente importante, pues es un problema de la avicultura mundial, tanto de los países y regiones donde la forma virulenta o velogénica (ENCV) es enzoótica, como de aquellos considerados como “libres” de estas formas virulentas.
A partir de su debut formal y bien determinado, en la isla de Java y luego en Inglaterra, en 1926, se ha diseminado paulatinamente en el resto mundo en forma de pandemias.
Los avances de la biotecnología han permitido escudriñar sobre los puntos de origen de estos peculiares brotes y su ulterior distribución a través de los países y continentes. Estos estudios, de elevado nivel científico, muestran cómo las circunstancias y la propia evolución del virus han facilitado la propagación de este padecimiento, así como su perpetuación en muchas naciones. Mediante estudios del genoma viral se ha establecido la relación de parentesco, cercano o lejano, entre los distintos virus de ENC aislados en el mundo y, por ende, sus movimientos entre los países y regiones.
En lo que se refiere a su capacidad patogénica, se distinguen tres niveles: baja, media o elevada virulencia, o en otro vocabulario, cepas enterotrópicas de efecto subclínico, cepas lentogénicas productoras de brotes respiratorios, cepas mesogénicas, causantes de problemas respiratorios y, en ocasiones (en aves de corta edad), signos nerviosos y mortalidad; finalmente, las cepas altamente virulentas o velogénicas (frecuentemente neurotrópicas) y, las peores de todas, las velogénicas viscerotrópicas (ENCVv).

Diversos países desarrollados se mantienen libres (mediante la eliminación de focos de infección) de las formas altamente virulentas, como los Estados Unidos de América, Canadá, y diversos países europeos.
En algunos países latinoamericanos se ha podido erradicar la forma velogénica de la ENC, como en Brasil, Argentina, Chile y Costa Rica, pero en otros como Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador, esta perjudicial forma de la enfermedad es enzoótica. En países asiáticos y africanos la ENCVv es también un problema muy importante. En el caso de México, las autoridades han decretado al país como libre de la forma virulenta de la enfermedad, en base principalmente al bajo nivel de notificación de casos en la avicultura comercial. Esto carece de exactitud, si bien es reconocible que la ENCV es ahora un padecimiento mucho mejor controlado (no erradicado) en dicho país.
En el presente año se han notificado brotes en diversas partes de la República Mexicana en aves de traspatio y gallos de pelea, lo cual significa que seguimos teniendo circulación viral intensa. Eso ha hecho que los programas sanitarios y de vacunación sean reforzados. Por desgracia, es precisamente en la avicultura informal donde se carece de la cultura de la prevención, aparte de que queda al margen de las normas oficiales de control por cuestiones sociopolíticas. Entre los factores que han contribuido a que la ENCV y ENCVv adquieran un carácter enzoótico se distinguen:
Las fallas de planeación en el diseño y crecimiento de la avicultura, cosa notable en nuestros países latinoamericanos. Debilidad de los programas de bioseguridad. Por diversas razones, a veces educacionales y culturales, algunas empresas no le conceden la importancia necesaria a la bioseguridad.
Al visitar granjas, en ocasiones se comprueba la falta de ropa de trabajo limpia, no siempre se dispone de baños con regaderas en buen estado para uso de todo el personal que ingrese a la granja, no se respetan los tiempos de vacío sanitario entre una parvada y otra, no siempre se tiene cuidado al movilizarse de un sitio contaminado a otro, donde no está presente la infección viral, etc.
Falta de organización (y voluntad) entre los miembros de la comunidad avícola para establecer lazos de comunicación y cooperación que faciliten la notificación, el control y prevención de brotes de esta y otras enfermedades infecciosas de las aves. El carácter de enfermedad “grave” convierte en “indeseable” y “desprestigiante” el dar a conocer un foco de ENCV, cuyo ocultamiento obra en perjuicio de las granjas y empresas vecinas.
La idiosincrasia, el desarrollo socioeconómico, la cultura general y tradiciones de las comunidades, son aspectos que influyen sobre el modo como un problema tan importante como la ENCV es manejado. En los países con mejores recursos y desarrollo socioeconómico y sanitario, o en aquellos con un profundo interés (particularmente comercial) por erradicar la forma virulenta de ENC, se ha procedido a la eliminación de los focos de infección, estableciendo luego una buena vigilancia epidemiológica, y ello les ha facilitado incursionar en el mercado de exportación de productos avícolas y reducir sus costos de operación.
En los países donde ya se ha arraigado la forma altamente virulenta es muy difícil o imposible emprender programas de eliminación de focos mediante el sacrificio de aves y cuarentena, pues esto produciría la quiebra de la avicultura, y más bien se tiene que optar por un camino más largo como es el control y la prevención de brotes con el auxilio de buenos programas de bioseguridad, comunicación y vacunación.
Criterios para el uso de agentes inmunizantes que no siempre son acordes con la realidad de cada empresa o región. En parte, esto se debe a falta de comunicación entre empresas y a no tener el cuidado de profundizar en las raíces del problema en cada región, cuyas características y circunstancias deben ser estudiadas de manera muy profesional.
Movilización de aves, personas, productos, subproductos, utensilios y otras cosas que puedan ser portadoras de la infección. Por ejemplo, en México la mayor parte del pollo es comercializado “en pie”, es decir, vivo, trasladándose de la granja a depósitos de pollo vivo o a mataderos, muchos de ellos de tipo casero, con la consiguiente diseminación
de microbios.
Las gallinas ponedoras de huevo para consumo humano, al terminar su ciclo productivo, son también trasladadas a otros sitios, ya sea para su sacrificio o para ser pelechadas. Igualmente importante es la movilización de pollinaza y gallinaza para uso agrícola o alimentación animal, y de restos de alimento sobrante de granjas donde se haya presentado ENC virulenta, aunque esta práctica, desde la llegada del virus de influenza H7N3, se ha ido estringiendo, por lo que se procura no sacar las aves ni su gallinaza de la región contaminada.
La pollinaza, en estos momentos y desde hace un tiempo, es un producto que ha incrementado su valor comercial a causa de la elevación en el precio de los ingredientes para alimentos balanceados. Experiencias personales y de otros colegas demuestran que cuando la pollinaza procedente de aves enfermas de ENC se moviliza sin control sanitario, se almacena o distribuye cerca de granjas avícolas, las posibilidades de contagio son elevadas.
La cultura popular de criar aves de combate y organizar exposiciones y eventos de competencia propicia una movilización de este tipo de aves no siempre controlada sanitariamente, y no son pocas las ocasiones donde estos eventos son relacionados con la aparición de brotes de enfermedades. Cuando estas aves son portadoras de virus o bacterias patógenas, al perder su inmunidad a causa de estrés, pueden multiplicar y propagar esos agentes y contagiar aves susceptibles. Tal es el caso con la enfermedad de Newcastle.
El excesivo desafío que existe en algunas zonas con ENCVV enzoótica hace difícil la prevención y control de la infección, pues llegan a presentarse brotes prematuros que afectan al ave antes de que desarrolle una inmunidad adecuada a través de la inmunización. Por otro lado, es conocido que un nivel alto de inmunidad puede ser vencido después de varios desafíos, especialmente cuando se trata de cepas muy virulentas.
La abundancia de aves de traspatio y combate, denominada “avicultura informal” desafortunadamente ha ido quedando al margen de los programas sanitarios e inmunológicos, por lo que muchas de estas aves permanecen susceptibles toda su vida, hasta la llegada natural de un virus de la ENC. Si este es velogénico ocasionará estragos notables por mortalidad y desecho, y si es una cepa lentogénica la infección puede pasar desapercibida y producir cierta inmunidad. O sea que, con honrosas excepciones, no hay una cultura de prevención mediante bioseguridad ni vacunación en estas aves, convirtiéndose, por lo tanto, en víctimas y reservorios de la infección.
En muchas regiones se acostumbra tener una mezcla de aves de traspatio, que incluye aves acuáticas como patos y gansos, mismos que al ser más resistentes a los virus de alta patogenicidad pueden actuar como reservorios temporales.
Poco o nada ha podido hacerse para evitar que las comunidades se establezcan cerca de núcleos avícolas comerciales, los cuales poco a poco van siendo rodeados por la población humana rural o semiurbana, la cual generalmente desarrolla una gran avicultura de traspatio.
Numerosas especies aviares son susceptibles, resaltando la gallina doméstica, las palomas y los pavos, siendo otras, como las aves acuáticas, mucho más resistentes.
El virus es capaz de infectar al ser humano, considerándose una zoonosis de poca importancia, en lo general, con reportes de conjuntivitis grave, a veces acompañados de signos más generalizados como cefalea y malestar corporal. Sin embargo, hay al menos un reporte donde un virus velogénico de la ENC de palomas es aislado como único agente relacionado con la muerte por una grave neumonía de una persona (Goebl, S.J. et al, 2007.). Por lo tanto, el humano puede actuar como portador de la infección clínica o subclínica y constituir un peligro para la diseminación de la ENC si no se tienen cuidados sanitarios.

El virus resiste por largos periodos en condiciones de sombra y materia orgánica, como las heces. Esto le ha permitido infectar aves de muy corta edad en granjas con antecedentes de brote (infección residual).
La propagación vertical como tal (transovárica) no es algo plenamente aceptado pues los VENV matan fácilmente al embrión, pero en cambio se ha comprobado plenamente la infección temprana de pollitos recién nacidos debido a contaminación del cascarón y la liberación de partículas virales durante la eclosión.
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