La prevención, el control y el intento por la erradicación, nos darán material de trabajo durante mucho tiempo.
Autor: Dr. Isidro Molfese – Especialista en sanidad y producción avícola (avicolalatina@gmail.com)
Como cada quién, uno cree que la historia comienza, el día que llega uno. Sabemos que no es así e intento ser respetuoso del pasado y de la historia, pero con respecto al tema, puedo dar testimonio, desde que tengo uso de razón.
A fines de los cuarenta e inicios de los cincuenta escuchaba a mi madre que le decía a mi padre, que llegaba de sus actividades rurales fuera de la casa: ¡hay diarrea amarilla!
Es Pullorosis, decía mi padre, con sus conocimientos muy básicos de persona de campo y autodidacta, leyendo la literatura que podía llegarle en aquellos momentos.
Comenzaban las acciones para tratar de controlar la aparición de tal inconveniente sanitario: azul de metileno en el agua de bebida, cal o cenizas sobre las deyecciones, para tratar de controlar el contagio.
Los patos pasaban a ser enemigos, por sus hábitos acuáticos y tendencia a bañarse, donde las gallinas tomaban agua.
Pasada la mitad de la década del cincuenta, con la llegada de la avicultura industrial, llegó la fabricación poco menos que artesanal de alimento balanceado.
Con una mezcladora vertical de tonelada y media, se usaban antibióticos como Cliranfenicol, clortetraciclina u oxitetraciclina en el alimento y llegaron para el agua, algunas sulfas. En la primera mitad de los sesenta estudiando veterinaria, el profesor de microbiología hablaba de más de dos mil identificadas y una llevaba su nombre (Monteverde).
Todos sabemos la cantidad que hay identificadas actualmente, solo les copio una referencia bibliográfica se analizaron los serotipos de 24.394 cepas de Salmonella aisladas de diversas fuentes por los laboratorios de salud pública y privados de México, entre 1972 y 1999.
A fines de los sesenta recuerdo contábamos con el gran aporte terapéutico de los furanos, furazolidona y sobre todo, la furaltadona.
De uso recomendado por los niveles que se conseguían a nivel sanguíneo, suministrados en alimento y agua de bebida comenzando a favorecer y a evitar el manejo individual de cada ave usando inyectables.
En esto de ir consiguiendo experiencia y aprendiendo, dos experiencias poco a nada agradables: a fines de los sesenta, confiando en las bondades de los nitrofuranos y sin tener en cuenta que el proveedor solo ponía el excipiente con algún colorante, perdí un muy buen cliente porque el laboratorio, fue referenciado por el proveedor de la furazolidona.
Eran gallinas Harco a piso. En los sesenta llegó la cepa rugosa como apoyo vacunal para evitar y mitigar, pero me opuse al uso por unos 10 años, me manejaba con lo que denominamos ahora “bioseguridad”.
Lo denominaba “granjas aisladas”. Pero entro a fines de los setenta en un establecimiento con 45.000 gallinas en curva máxima de postura, recomendé en aquel entonces sacrificar las 45.000 aves.
Aquí mi segunda experiencia poco agradable, porque no preví que al sacar las aves y someter las instalaciones a la limpieza y desinfección, iba a haber migración de ratas a otro establecimiento con 45.000 aves.
Controlados esos dos focos con “rifle sanitario”, insistí en no usar la R9, por varios años más.
En los ochenta y trabajando vinculado a Laboratorios TAD de Alemania, hablaban
de la vacuna con Salmonella Enteritidis y la inmunización cruzada con Salmonella
Gallinarum así que accedí a vacunar con la R9 en Argentina y sobre todo, que tomó en aves propias.
También una experiencia especial con aves en una granja relativamente aislada, en medio del campo y lejos de otras granjas pero una sequía, hizo que migraran ratas desde el campo de en rededor. La Influenza aviar le quitó protagonismo durante varios años, por el riesgo de una pandemia y las consecuencias letales sobre algunos orientales, que mantenían contacto estrecho con las aves.
Hasta ahora hemos visto las consecuencias de las Salmonellas sobre la sanidad avícola,
pero los últimos 20 años, he participado en el trabajo de la redacción de algunas normativas internacionales, por los cuadros posibles en la salud humana.
Concretamente como Observador ante el Codex Alimentarius, en los Comités sobre Higiene de los Alimentos e Higiene de las Carnes.
En el Comité sobre Higiene de las Carnes se cerraron los trabajos sin conclusiones, para los documentos que trataban acerca de Salmonella en carne de pollo y aprovecho para mencionar, el de Campylobacter en las mismas carnes.
En el Comité sobre Higiene de los Alimentos vimos el tema en la redacción del Código sobre Higiene de los Huevos y productos de Huevos.
La posibilidad de contaminación de los huevos con Salmonellas móviles, casi condicionan todo el documento por el sobredimensionamiento del posible inconveniente sanitario.
Las normativas para Salmonella y Campylobacter se trataron también en el mismo Comité y ante la necesidad de contar con el documento se salvaron las diferencias, con un acuerdo en la redacción relacionado sobre todo, a la mitigación del riesgo.
El tema dio lugar a que la realidad golpeara fuerte y se debiera dejar de ocultar o negar el problema y así he participado como ideólogo y en el Comité Organizador de un Seminario Internacional sobre el tema en 2011 en Río de Janeiro (aunque el formato se lo dio una colega), otro en Medellín en 2013 y por último recientemente una jornada acerca del mismo tema.
Los tres eventos mostraron el interés por el tema, reflejado en la asistencia numerosa, alcanzada en cada uno de los encuentros.
La prevención, el control y el intento por la erradicación, nos darán material de trabajo, durante mucho tiempo.
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