Alta temperatura ambiental en gallinas de postura y calidad de huevo: Algunas recomendaciones y estrategias nutricionales (Parte 1)
Elías Salvador T.
Profesor investigador – Jefe de Laboratorio de Investigación en Nutrición R & D-Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia – Universidad Nacional “San Luis Gonzaga”- Consultor en nutrición avícola.
E-mail: elias.salvador@unica.edu.pe
Introducción
En estos meses de verano es necesario tener en cuenta algunos conceptos de interés para un manejo más eficiente en la crianza de gallinas de postura en relación con la calidad de huevo bajo condiciones de alta temperatura ambiental en instalaciones convencionales. En la crianza de gallinas de postura, un incremento de T° ambiental desde la zona de confort (18-22°C) hasta 27-28°C, las aves intensifican sus mecanismos físicos de termorregulación y complementariamente con las otras condiciones como ventilación, velocidad del aire, humedad relativa, radiación, calidad de agua y dieta fresca ayudan a afrontar este problema. Los mecanismos de termorregulación para evitar el estrés por calor normalmente se activan por encima de los 24 °C (Celik et al., 2004; Etches et al., 2008). Sin embargo, cuando estos mecanismos son insuficientes para mantener en balance la termogénesis y termólisis se desencadena el estrés calórico. Las condiciones medioambientales deben ser monitoreadas y recopilar información en tiempo real para tomar decisiones. Si bien el grado de temperatura ambiental es un buen indicador, pero además se necesita información de la humedad relativa, velocidad del aire y radiación.
Los efectos del estrés por calor se vuelven notorios cuando las temperaturas exceden los 30 °C (Ciftci et al., 2005; Seven, 2008) y se acentúan por el hecho de que los pollos no pueden disipar el calor de manera eficiente debido a la propiedad aislante de las plumas y la falta de glándulas sudoríparas (MignomGrasteau et al., 2015).
El estrés por calor está relacionado por una combinación de factores. Las condiciones ambientales no son constantes, son cíclicas. La temperatura durante el día varía. En las aves, el estrés por calor agudo varía de 27 a 38 ºC durante 1 a 24 h, el estrés por calor moderado varía de 27 a 38 ºC durante 7 días, el estrés por calor crónico es altas temperaturas ambientales de 38 a 50 ºC durante un período prolongado de 7 días o más (Zmrhal et al., 2018).
La adaptación de una estrategia nutricional efectiva dependerá del nivel de la alta temperatura ambiental, si está cercana a la T° de confort, cercana al límite de los 27°C o si está a nivel de estrés calórico.
Aparte de la intensidad y la duración del estrés por calor en sí mismo, varios factores afectan la sensibilidad de un ave a las altas temperaturas. Los factores más frecuentemente reportados son la edad del ave, las variaciones cíclicas de la temperatura y el genotipo (Mignom-Grasteau et al., 2015).
La calidad de huevo, cantidad de huevos defectuosos o anormales expresado como proporción de la cantidad total de huevos producidos aumenta bajo condiciones de estrés calórico. En esta línea en la siguiente revisión se presentan algunos conceptos que es necesario recordar y tenerlo en cuenta y sobre la base de ello, algunas recomendaciones y estrategias nutricionales.
Efectos de las altas temperaturas ambientales
Un aumento de T° ambiental reduce el consumo de alimento. Si la dieta no está reformulada, ajustada y actualizada a las condiciones podría ocasionar una deficiencia de energía y nutrientes que afecta la respuesta y calidad de huevo. Sin embargo, la alta T° no solo afecta el consumo sino también el aprovechamiento de nutrientes. La temperatura alta afecta la digestión y la absorción del alimento y la secreción de hormonas (Sugiharto et al., 2017; Nawab et al., 2018), por lo que puede afectar directamente el rendimiento productivo de las gallinas ponedoras, aunque las gallinas ponedoras tengan el mismo consumo de alimento (Xing et al., 2019).
Las altas temperaturas ambientales comprometen el rendimiento y la productividad al reducir el consumo de alimento y disminuir la utilización de nutrientes, la tasa de crecimiento, la producción de huevo, la calidad del huevo y la eficiencia del alimento, lo que genera pérdidas económicas en las aves de corral (Sahin et al., 2009).
El consumo de alimento se reduce para minimizar la producción de calor metabólico y evitar aumento de T° corporal que agravaría aún más este problema. Los cambios en la gravedad específica observados a temperaturas elevadas están influenciados por cambios fisiológicos independientes del consumo de calcio del ave (de Andrade et al., 1977). La reducción en el grosor de la cáscara a altas temperaturas no se debió a una menor ingesta de alimento (Mueller, 1959).
Según Sauveur y Picard (1987), el efecto negativo de altas temperaturas sobre la calidad de cáscara de huevo puede ser atribuido a un menor flujo sanguíneo a través de los folículos ováricos y la glándula de la cáscara, alcalosis respiratoria inducida, una disminución en las concentraciones de Ca total e iónico en la sangre, y una actividad reducida de la anhidrasa carbónica en la glándula de la cáscara y los riñones.
Según estudio, una temperatura cíclica alta de 29 a 35 °C tuvo efectos significativos en la composición y estructura microbiana de las gallinas ponedoras, lo que se relacionó principalmente con la disminución del consumo de alimento (Xing et al., 2019). El estrés por calor reduce la integridad de la barrera intestinal y resulta en una reducción de la absorción de nutrientes en las gallinas ponedoras (Zhang et al., 2017), lo que puede estar relacionado con el desequilibrio del microbioma intestinal (Xing et al., 2019).
Alta temperatura afectó la secreción de enzimas digestivas y el tiempo necesario para el paso del quimo (Osman y Tanios, 1983; Rouman et al., 2003). Estos efectos pueden cambiar el medio ambiente y el sustrato de fermentación de la microbiota intestinal y, por lo tanto, afectar la composición y estructura microbiana (Xing et al., 2019).
Según el estudio de Xing et al. (2019), una temperatura cíclica alta de 29 a 35 °C tuvo efectos significativos en la composición y estructura microbiana de las gallinas ponedoras, lo que se relacionó principalmente con la disminución del consumo de alimento.
Miller y Sunde (1975), notaron que las ponedoras expuestas a una alta temperatura constante (32 °C) tenían una calidad de cáscara de huevo más pobre que aquellos expuestos a una temperatura de 24 horas con un ciclo de 6 grados °C por encima y por debajo de 32 °C.
El estrés de calor puede generar una deficiencia de minerales y vitaminas lo que aumenta el requerimiento en estas condiciones. Vitaminas como la A, C y E, minerales como Zinc, Hierro, Selenio, Cobre, Cromo, entre otros disminuyen su concentración a nivel sérico y hepático.
El Husseiny y Creger (1981), informaron que la alta temperatura ambiental disminuyó las tasas de retención de Ca, Fe, K, Na y Zn en pollos de engorde. De acuerdo con el estudio de Li et al (2020), el exceso de amoníaco a altas temperaturas fue un factor de estrés fisiológico que tiene un efecto negativo, que inhibe la función inmunológica y afecta las hormonas reproductivas.
Los estímulos de estrés, incluidos los estresores ambientales (estrés por calor, hacinamiento, miedo, etc.) y los peligros dietéticos (metales pesados, micotoxinas, sustancias tóxicas, etc.) provocaron una coloración pálida de los huevos (Wang et al., 2016, 2018), Wang et al., 2020; Yuan et al., 2016).
Mecanismos de termoregulación del ave
Para las aves de corral, la zona ambiental TN (confort) cubre un rango de temperatura entre 18 y 22 °C. Cuando la temperatura ambiental supera la zona termoneutral (TN), el animal se encuentra en la zona cálida donde las reacciones termorreguladoras son limitadas. Un balance negativo entre la cantidad neta de energía que fluye del animal al entorno que lo rodea y la cantidad de energía térmica producida por el animal genera estrés por calor. Este desequilibrio es inducido por varios factores, como factores ambientales (luz solar, radiación térmica y temperatura del aire), propiedades animales (tasa de metabolismo y pérdida de humedad) y mecanismos termorreguladores (conducción, radiación, convección y evaporación). Para mejorar esto, los animales deben perder calor mediante mecanismos de pérdida de calor por evaporación, como la sudoración y el jadeo (Sahin et al., 2009).
Con el jadeo aumenta la pérdida de CO2, disminuyendo la concentración de bicarbonato en la sangre e iones de hidrógeno que aumenta el pH plasmático (alcalosis respiratoria). En las gallinas ponedoras, el HCO3- sanguíneo juega un papel importante en la formación del CaCO3 necesario para la formación de la cáscara del huevo (Franco-Jimenez and Beck 2007). Esta condición ácido-base, conocida como alcalosis respiratoria, tiene un efecto perjudicial sobre la calidad de la cáscara del huevo (ver Wolford y Tanaka, 1970). La acidosis metabólica convierte más piruvato en lactato (metabolismo anaeróbico) e induce una mayor dependencia del metabolismo anaeróbico para generar energía en el músculo. La producción acelerada de ácido láctico induce una rápida disminución del pH mientras la temperatura corporal es alta (Zaboli et al., 2019). Las variaciones cíclicas de la temperatura reducen el efecto del estrés por calor proporcionando períodos de recuperación para las aves durante los períodos más fríos (Mashaly et al., 2004).
Estrés de calor y estrés oxidativo
La oxidación suele ser iniciada por especies reactivas de oxígeno (ROS), que son generadas por el metabolismo celular y por fuentes externas, incluidos los alimentos que contienen grasas y lípidos oxidados (Cadenas y Davies, 2000). La principal fuente de ROS en los músculos de los pollos de engorde es la fuga de electrones de la cadena respiratoria en las mitocondrias durante la conversión de oxígeno molecular en agua (Mujahid et al., 2007).
El estrés por calor aumenta la acumulación de lactato y baja el pH; La disminución del pH podría acelerar la producción de ROS y provocar la oxidación de proteínas (Srinivasan et al., 1996; Estevez, 2011).
El estrés por calor estimula el eje hipotalámico-pituitario-suprarrenal en las aves de corral y aumenta la concentración de la hormona corticosterona circulante (Sapolsky et al., 2000). Las hormonas corticosteroides pueden acelerar la producción de ROS (Sato et al., 2010).
El estrés por calor estimula la liberación de corticosterona y catecolaminas e inicia la peroxidación lipídica en las membranas celulares (Freeman y Crapo, 1982). Los glucocorticoides producidos durante el estrés reducen la síntesis hepática de los precursores de la yema al cambiar la inversión energética de la reproducción a la supervivencia (Wang et al., 2017). El estrés ambiental también conduce al estrés oxidativo asociado con un estado antioxidante reducido en el ave in vivo, como se refleja en el aumento del daño oxidativo y la disminución de las concentraciones plasmáticas de vitaminas antioxidantes (p. ej., vitaminas E, A y C) y minerales entre ellos el Zinc (Sahin et al., 2009).
El estrés oxidativo en el cuerpo ocurre cuando los oxidantes superan a los antioxidantes, incluidos superóxido dismutasa, catalasa, glutatión peroxidasa, ascorbato y vitamina E en las células (Sahin et al., 2005; Star et al., 2009). Creando un déficit de sustancias antioxidantes que se deben reponer. La calidad de la cáscara de huevo, albumen y yema requieren de antioxidantes para conservar su calidad. La adición de antioxidantes como la vitamina E en la alimentación animal puede ser una herramienta para aliviar hasta cierto punto el efecto adverso del estrés por calor en animales vivos (Zhang et al., 2011; Habibian et al., 2016).
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